Cómo las vacunas de ARN han revolucionado la medicina

Las vacunas de ARN llevan desarrollándose desde su descubrimiento en la década de los 70. Sin embargo, la aparición de la pandemia de COVID-19 a principios de 2020 impulsó estas investigaciones gracias a su potencial para combatir este virus.

La principal diferencia con respecto a las vacunas tradicionales es que las de ARN no contienen ninguna parte del virus al que se quiere eliminar. Hasta el momento, esta tecnología funcionaba mediante la introducción en el cuerpo de:

  • Un virus completo inactivo, como la indicada para la poliomielitis.
  • Un fragmento de proteína u otra parte de un virus que genere respuesta inmune, como las de la hepatitis.
  • Un virus modificado genéticamente.

El objetivo en todas ellas es que los anticuerpos eliminen con facilidad dicho virus, con el objetivo de que aprendan a reconocer y a combatir al elemento exógeno en caso de contraer la enfermedad real. Sin embargo, la tecnología detrás de las vacunas de ARN es diferente.

Estas vacunas enseñan a las células a crear su propia espícula viral o peplómero. Básicamente, es como si les enseñasen una especie de “libro de instrucciones” para producir las proteínas que combatirán al virus, pero sin necesidad de infectar al cuerpo inicialmente. ¿Cómo lo hacen?

Las vacunas se llaman así por el ARN mensajero o ARNm, que es el material genético que le explica al cuerpo cómo producir proteínas que desencadenen una respuesta inmune. Cuando la vacuna se inyecta en el cuerpo, el ARN ingresa en las células y les proporciona estas instrucciones. El sistema inmunitario comienza entonces a producir anticuerpos que puedan combatir el virus si la persona vacunada se infecta posteriormente.

Aspectos positivos y negativos de las vacunas de ARN

La principal ventaja de esta vacuna es la rapidez con la que puede desarrollarse y comercializarse, siempre que la ciencia conozca el genoma del virus. En unas semanas se pueden producir los primeros prototipos, lo que la convierte en una opción interesante cuando aparece un patógeno nuevo para el que se requiera una vacuna con urgencia.

Una de sus desventajas es la fragilidad de este material dentro y fuera del cuerpo humano, así como las dificultades de conseguir que el ARN penetre en las células de forma efectiva. Sus condiciones de mantenimiento, a muy baja temperatura, pueden presentar problemas logísticos para su comercialización y distribución. Además, el ARN puede estimular reacciones inmunológicas de tipo inflamatorio.

En estos últimos años se han hecho ensayos clínicos en humanos de fase I y II, – que validan si un tratamiento nuevo es seguro y buscan el mejor modo de administrarlo -, contra enfermedades como VIH, la gripe, la rabia o el zika. Han sido incluso más numerosos los ensayos clínicos de vacunas ARN contra el cáncer de próstata, el de mama, ovarios o páncreas. Dichas vacunas se probaron también durante la pandemia de Ébola de 2014.

Recuerda:

  • Hasta hace una década, se utilizaban mayoritariamente vacunas convencionales para combatir los virus, basados en la introducción de un virus inactivo, su réplica o parte de este para enseñar al cuerpo a combatirlo.
  • Hoy se ha popularizado la opción de las vacunas de ARN, que muestran al cuerpo cómo producir unas proteínas determinadas que desencadenen respuesta inmune sin necesidad de infectarlo previamente con el virus.
  • Entre las ventajas se encuentra su facilidad de producción, pero sigue siendo una tecnología complicada de trasladar a países del sur global por su fragilidad tanto fuera como dentro del cuerpo humano.
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