Comida de hospital

Principales mitos en nutrición hospitalaria: la comida del hospital es sosa

“La comida no tiene suficientemente sabor para mí”, “apenas tiene sal y me resulta sosa” o “la comida del hospital no me gusta”. Posiblemente más de una vez hemos oído expresiones de este tipo en personas que por intervenciones o complicaciones requieren de ingresos hospitalarios. Pero, con respecto a estas afirmaciones, ¿son hechos u opiniones? Para dar respuesta a este interrogante, vamos a analizar cómo es la alimentación en los centros hospitalarios, es decir, la nutrición hospitalaria.

 

¿Nutrición hospitalaria o comida de hospital?

Prácticamente, todos los centros médicos cuentan con su propio servicio de nutrición hospitalaria. Integrado por especialistas en la alimentación, su objetivo es asegurarse que la alimentación de los pacientes sea saludable y se ajuste a sus necesidades nutricionales y especificas. Una dieta a medida e individualizada. “Se procura complementar lo saludable y nutricionalmente adecuado con las posibilidades de la dieta y sus correspondientes restricciones que, aunque a veces no es fácil, con esfuerzo y medios se puede conseguir”, sostiene Rocío Bueno, coordinadora de nutrición de HLA.

Además de cubrir nuestras necesidades fisiológicas y nutricionales, las dietas hospitalarias también se adaptan, siempre que sea posible, a los gustos del paciente. “Existe la posibilidad de personalizar la dieta en todos aquellos centros que cuentan con un nutricionista”, afirma Rocío Bueno. Entre las principales razones de estos cambios se encuentran “necesidades de la propia patología, estancias largas, inapetencia, etc, los diferentes equipos médicos y el personal de enfermería,  trabajan en equipo con el nutricionista, cuando así se requiera”, añade la doctora Bueno.

La comida que recibimos en el hospital, no tiene menos calidad, es diferente a la que comemos en casa porque tiene en cuenta criterios adicionales a los relacionados con nuestros gustos personales.

Los menús elaborados son lo más personalizados posible para favorecer nuestra recuperación y ayudar a mejorar nuestra estancia hospitalaria.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que  una dieta adecuada en los hospitales desarrolla el efecto preventivo, terapéutico y educativo del paciente y contribuye a su bienestar social y físico. A su vez, establece que el término comida de hospital habría que cambiarlo por el de nutrición hospitalaria.

La comida que se reparte en el hospital ¿falta de sal?

Los alimentos servidos en cada comida en el hospital, además de ser atractivos para nuestro gusto y saludables para nuestro organismo, han de ser ricos y sabrosos para nuestro paladar. La sal es el condimento más utilizado en la cultura mediterránea. Tal y como expresa nuestra coordinadora de nutrición, “la sal es un condimento que utilizamo más de lo que deberíamos”. En este punto es preciso distinguir entre la cantidad de sal intrínseca de los productos que ingerimos, (aquella que desconocemos que consumimos pero que va indicada en la etiqueta) y la sal de mesa, es decir, la que añadimos a nuestros platos una vez elaborados o al elaborarlos.

“Cada vez hay mayor evidencia de que la sal de mesa no es la que se asocia a un mayor riesgo cardiovascular, sino la que no sabemos que consumimos. La cantidad máxima recomendada de sal son 5g y debemos contabilizar la que agreguemos nosotros y en el caso de que consumamos productos con etiqueta, la que estos contengan”, argumenta Rocío Bueno.

No se trata de erradicar por completo la sal de nuestra dieta, sino de conocer y utilizar otros condimentos más saludables que permiten dar sabor a nuestros platos “Lo saludable sería ir bajando hasta alcanzar ese umbral de sabor recomendado, usando otros condimentos como por ejemplo las especias, el aceite de oliva o el vinagre que también aliñan nuestros platos, y así usarlos en combinación con la sal para no sobrepasar esos niveles recomendables máximos en el día” .

Si comparamos un plato aderezado con sal en casa o en un restaurante con uno de hospital, posiblemente nos parezca que está soso. Esto se explica porque nuestro paladar se acostumbra a los sabores. Si utilizamos más sal de la que deberíamos, nuestro umbral habitual es demasiado alto en comparación con los niveles recomendados y saludables. De ahí que las comidas con poca sal (como en los centros hospitalarios) nos parezca sosa.

A aquellos pacientes que no tienen restricción de sal en concreto, en el caso de la comida que se sirve en los hospitales HLA, se les entrega un sobre aparte en el menú para que puedan agregarle si así lo desean. Sin embargo, en aquellos pacientes, sobre todo con patologías cardiovasculares, en que el uso de sal ha de ser más restrictivo, sus ingresos demuestran si de verdad siguen las indicaciones en alimentación que deberían o, en cambio, siguen abusando de la sal.

Consejos para controlar nuestro consumo de sal

Para adecuar nuestro consumo de sal al recomendado, Rocío Bueno recomienda:

  • Consumir alimentos frescos, de proximidad y de temporada: frutas, verduras, hortalizas, legumbres, carnes, pescados, lácteos, huevos.
  • Preferiblemente consumir comida casera. Se han de evitar, por tanto, productos elaborados, bollería o panadería industrial, así como embutidos o carnes procesadas.
  • Consultar las etiquetas de productos procesados. Los ingredientes en las etiquetas se colocan en orden de mayor a menor cantidad. Preferiblemente elegiremos aquellos productos que aparezcan 3 o 4 ingredientes máximo, la sal debería aparecer lo más al final posible. Además, es importante que miremos la tabla de composición de alimentos donde debe aparecer la cantidad de sal o la cantidad de sodio. En caso de que sea la cantidad de sal ¡recuerda que 5g es la cantidad máxima! y en el caso de que sea sodio 2g sería lo máximo diario.

 

Tipos de dietas hospitalarias

Como se ha comentado, cada paciente requiere de una dieta en especifico. En palabras de nuestra nutricionista, en el caso de los hospitales del grupo HLA “para los diferentes menús contamos con los cocineros y cocineras del grupo que en conjunto con cada nutricionista adapta el menú a las necesidades de la dieta, a la gastronomía de la zona y a las posibilidades según la infraestructura”.

Las dietas más comunes son:

  • Dieta basal. Supone más o menos el 50% de las dietas hospitalarias. También se conoce como dieta normal, dieta libre o dieta cero. Está orientada a un adulto sano (desde el punto de vista de que no requiere alimentación específica) y con un nivel de actividad ligero.
  • Dieta blanda. Baja en grasa y en fibra. Elaboraciones y alimentos de fácil digestión.
  • Dieta baja en azúcares. Libre de azúcares añadidos, destinada principalmente a pacientes con diabetes. Es rica en fibra para controlar la absorción de azúcares a nivel intestinal.
  • Dietas hiposódicas. Dietas bajas en sal y rica en fibra procedente de frutas, verduras y parte de los hidratos de carbono integrales.
  • Dieta astringente. Se excluye la leche y la fibra insoluble (ensaladas, fruta entera) y se aumenta la fibra soluble (manzana sin piel).
  • Dietas hipercalóricas. Altas en calorías y proteínas. Recomendada para pacientes con desnutrición.

 

Recuerda:

  • La dieta en los hospitales de HLA está elaborada por nutricionistas con el objetivo de cubrir las necesidades nutricionales y fisiológicas del paciente.
  • La OMS recomienda el uso del término “nutrición hospitalaria”.
  • Los hospitales intentan personalizar lo más posible los menús de los pacientes.
  • Hay varios tipos de dietas hospitalarias: blanda, baja en azúcares, hiposódica, astringente e hipercalórica son algunas de ellas
  • Además de la sal, existen otros condimentos que nos permitirán darle sabor a los alimentos de forma saludable y acabar con el mito de que “la comida en el hospital es sosa”.
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